El Carnaval de Juanito Laguna (Antonio Berni)


El otro carnaval de Juanito Laguna

Dedicado a todos los que admiraron el óleo sobre tela de Antonio Berni “El Carnaval de Juanito Laguna”, y a quienes no… para que lo hagan.

No era lo que él creía. Se acercó a la esquina y asomó su carita apenas sucia de hollín oloroso a leña. Lo primero que le llamó la atención fueron las luces en hilera (multicolores  puntos que a medida se acercaba se transformaban en gordas lamparitas disfrazadas).
Él tenía todo de antes en su cabeza: La muerte vestida de rojo, portando la guadaña, la chancha tetona con el vestido de fiesta, el pequeño esqueleto pidiendo limosna con un tarrito y el yo-yo colgado de su cuello como un estetoscopio (ese era él, algún día lo pintaría en un cuadro), el viejo bigotudo montando un caballito de madera, el gato que vaya a saber si tenía botas, el inválido en carrito debajo del viejo tomando cerveza en una jarra. Quería encontrarlos en el corso, verlos frente a frente a esos que lo ahogaban todas las noches en sus pesadillas del carnaval que no conocía.
Sus ojos se fueron agrandando hasta chocar con las cejas. Y caminó como un zombi mirando todo,  mientras lo mojaban, mientras la serpentina se le enredaba en sus alpargatas, sintiendo ese olor a perfume extraño, fresco y dulzón que salía del agua que le goteaba en la boca. Y caminaba extasiado, aliviado mientras la gente lo miraba y lo acariciaba en la cabeza. ¿Pero qué pasaba?, ¿dónde estaba la agresión, la indiferencia, el ardor de panza cuando tenía hambre? ¿Por qué todos se reían, bailaban, se besaban? ¿Y dónde estaba la muerte vestida de rojo con sus espantosos acompañantes que asolaban sus noches de carnaval en la almohada?
Llegó hasta el fin de la calle del festejo y dobló la esquina. A lo lejos, alcanzó a ver el humo de la villa. Se fue caminando despacio, sin mirar atrás. No valía la pena. Sabía que era efímero. Y su madre se preocuparía si llegaba tarde. Pensó: mejor no le cuento nada a mis hermanos. No me van a creer. Sintió un escalofrío, deseó que esa noche, al acostarse, su carnaval propio ya hubiese terminado.

                                                              Copyrigth  Daniel Hugo Leto – letodaniel@gmail.com

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