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BigDiosBang (un cuento sobre la creación) La Nada no existe si somos capaces de pensar en ella. Solo existe la Nada en la imaginación de quienes no pueden pensarla, usando   la excusa científica de la frase de Hawking.: " No hay nada al sur del Polo Sur, así que no había nada antes del Big Bang" ¿Qué marca el comienzo del tiempo...? Adonay orientó su sentido de percibir luces hacia el final del infinito. Un destello le indicó el comienzo. Solo él sabía que ese destello tenía un significado. La singularidad ya no existía y la gravedad cuántica era una teoría desconocida todavía. Algo aparentaba surgir del lugar más allá de la nada, más allá del Sur. La percepción se transformó en certeza y la maravillosa forma de energía dejó de ser un intento. Su impulso vital comenzaba a ser realidad. Solo restaba esperar el espacio tiempo necesario. Siempre fue así. Desde el comienzo del comienzo, desde antes del Sur, incomprensible para algunos, maravilloso y deslumbrante par

“ 2 de mayo de 1982”

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--> "2 de mayo de 1982" (Capítulo 18 del libro "Los elefantes del apocalipsis" de Daniel Leto) 15:50 hs. No puedo pensar. El ruido de las olas rompiendo sobre la proa llega hasta mi camarote. Lo único que se escucha. El resto es silencio. Me incorporo en la litera rústica. ¿Qué estoy haciendo yo allí?. Miro mi ropa. La siento extraña. Otra vez esa sensación rara de transformarme en un inmigrante del tiempo. Me asomo al ojo de buey. El mar. El mar. El mar. Me mareo. Tomo mi gorra, leo la inscripción: C.G.Belgrano. Miro mi reloj... 15:55 hs. Salgo tropezando con un jarro de aluminio tirado en el piso. Me abalanzo al pasillo. Transpiro. Me agito. Corro. Me agito. Palpito. Me agito. Jadeo. Llego a cubierta. Niebla, viento helado. El movimiento del crucero es tan violento como las olas. Ya no transpiro. Me paralizo con esa lengua líquida que aparece como un fantasma grisáceo por sobre la baranda de cubi
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                                                                                                                           El Carnaval de Juanito Laguna (Antonio Berni) El otro carnaval de Juanito Laguna Dedicado a todos los que admiraron el óleo sobre tela de Antonio Berni “ El Carnaval de Juanito Laguna” , y a quienes no… para que lo hagan. No era lo que él creía. Se acercó a la esquina y asomó su carita apenas sucia de hollín oloroso a leña. Lo primero que le llamó la atención fueron las luces en hilera (multicolores   puntos que a medida se acercaba se transformaban en gordas lamparitas disfrazadas). Él tenía todo de antes en su cabeza: La muerte vestida de rojo, portando la guadaña, la chancha tetona con el vestido de fiesta, el pequeño esqueleto pidiendo limosna con un tarrito y el yo-yo colgado de su cuello como un estetoscopio (ese era él, algún día lo pintaría en un cuadro), el viejo bigotudo montando un caballito de madera, el gato que vaya a saber si tení
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LA CARPITA ¿Sabés Huguito?, dicen que por los años 40, fue cuna de piñas y gritos debajo de una carpa de lona: La Carpita, en la esquina de Junín e Iguazú, donde terminaba el recorrido el tranvía 2. Una pequeña curva de los rieles marcaba la vuelta hacia el centro previa tracción y enganche del mástil de carro con una cuerda, para enfilarlo rumbo a 9 de Julio y Chacabuco, de donde volvía a partir resonando hierro contra hierro, por un camino plagado de adoquines y tapitas   de cerveza aplastadas a su paso. Pero para mí, su destino final no era la histórica esquina de la Panadería la Pobladora, si no la Carpita…como le decían. Era un Club de Barrio Pero había sido acuñada como la   “Biblioteca Popular Amor a la verdad y Deportiva Unión Central”. - Vamo pa’ la Carpita muchacho, hoy a la noche pasan una peli en la cancha e básque! Creo que trabaja la Doris Day…¡e una peli de amor¨! Y a la noche ahí estábamos, sentados en las frías sillas de chapa con la bolsita de maní con cáscara
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AMALIA Y JUAN (*) “…No es para mí sino el polvo,  la lluvia cruel de la estación,  no me reservo nada  sino todo el espacio  y allí trabajar,                                       trabajar,  manifestar la primavera…”  (A mis obligaciones, Pablo Neruda)     Juan ajustó la lámpara acoplada a su casco. Un círculo difuminado de luz amarillenta iluminó la pared eterna que tenía frente a sí. Mientras la ciclópea oscuridad que lo rodeaba chorreaba humedad entre sus dedos. Empuñó la tajadera y pegó fuerte con su martillo sobre la veta serpenteante del metal en bruto.   Amalia aceleró el ritmo de su máquina de coser y el lienzo resbaló sobre el piso. Los minutos eran horas para ella, o quizás segundos. Deslizó su vista sobre el desierto de cabezas inclinadas, manos febriles y rítmicos pies, marcando un staccato claro, en un raro concierto de uniformes y cofias monocromáticos.   Juan se acomodó como pudo. En ese lugar estrecho no podía montar la perforadora de percusión. Se d
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LLUEVE EN LA LUNA Espléndida como nunca. La luna repleta de blancura manchada de gris, llenaba de luz el rostro de ella. Sentada en el borde del banco de la vieja plaza del pueblo, siempre nueva para quien la descubría, miró hacia arriba y   guiñó el ojo remedando a la luna del libro de Julio Verne. Casi casi esperando el impacto del cohete en medio de su pupila. Nadie caminaba en la cálida noche de marzo por el sendero de piedras que bordeaba los canteros. Miró hacia atrás, hacia su casa en la calle estrecha sin salida como decía el letrero, como condenándola a caminar siempre hacia la derecha, hacia la vieja plaza. Nunca pensó en saltar el tapial que a la izquierda de su vereda la miraba solitario y gritar su libertad volando hacia quien sabe dónde, porque seguramente atrás del tapial no había nada, y la plaza parecía gemir llamándola cuando enfilaba para el otro lado. Se necesitaban ambas. Las noches de luna llena eran como un cemento que las unía. Pero esa noche era disti