Elipsis
Escucho el silencio…cada vez más
cerca. Ansío su llegada. Mientras tanto mis oídos saben de cosas terribles. Sin
poder evitarlo. El sollozo tras la puerta es casi risa encubierta por el temor.
Y el murmullo de la paloma en la cornisa asemeja un ahogo trunco. La banderola
chirría sobre sus goznes haciendo desafinar al viento que se cuela con
dificultad. La canilla del baño es un
metrónomo húmedo que marca la sequía del llanto exterior. Y la cómoda cruje
como soportando el tiempo que aplasta mi espera. La respiración jadeante parece
agotarse con el estertor de la tos chocando con el céfiro que se filtra
queriendo purificar. Lucho contra el ritmo agonizante del resuello que suena a
ofidio siseante. Me levanto con dificultad y escucho el roce de la piel curiosa
sobre la puerta pretendiendo oírme. Mis chinelas se arrastran gimiendo como
lijas gastadas. Me acerco a la ventana sin importarme el chasquido de mis
coyunturas, que parecen ratones royendo ruidosamente. El piso de madera rechina
bajo el maquillaje del barniz y me acompaña a su pesar hasta que la luz del sol
me entibia los ojos. El rumor me alerta. Él me está buscando. Se acerca
estruendosamente, arrastrando tras de sí el grito de las olas rompiendo sobre
el acantilado, el ruido inútil de las explosiones,
el arrullo increíble de la madre reciente, el susurro suave de la poesía, la
voz imponente del tenor, el gemido del placer del cuerpo… Y lo siento pasar a
través de mí. Borrándome el dolor disonante que me aturde. Llevándose el
tormento de mis oídos. El sosiego no tiene sonidos ya.
Y mi cuerpo es un gran silencio.
Comentarios