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Mostrando entradas de octubre, 2007

DOS SOMOS MÁS

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Del libro "Cuentos para no contar el principio" * Mención Especial en el Primer Certamen Literario del Litoral para Profesionales del Arte de Curar año 2000. Me senté frente al paciente y me dispuse a escuchar. Era casi rutinario. Digo casi, porque de vez en cuando aparecía alguien cuya catarsis no se asociaba a lo cotidiano. Pero, como dije, muy aisladamente. Suspiré, miré el reloj y traté de prestar atención. Quien tenía enfrente, era una persona del sexo masculino, de unos cincuenta y dos años, quien dijo llamarse Pedro. ─ Mire doctor ─ comenzó ─, lo vengo a consultar porque voy a cometer un acto de locura, casi demencial. ─ ¡Ahá! ─ dije tratando de darle trascendencia a la frase. ─ Yo soy mozo. Mozo de restaurante. Veinte años hace que trabajo en eso. ¿Sabe usted cómo trabaja un mozo de restaurante?. ─ Como cliente esporádico ─ contesté. ─ Lógico, o sea, ¡no sabe un carajo! ─ me contestó en un tono más subido. Me acomodé en el sillón pensando que la entrevista no sería un

SECCIÓN POEMAS INCONSTANTES

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Temblores Camino y el piso se mueve, desliza mi firmeza. Cruzo puentes pequeños para llegar al mismo lugar siempre: estrechos pasillos lustrosas paredes de pequeñas cuevas con gente que no aúlla queriendo salir. Duermen o ríen. Aman o escuchan cómo el piso sonoro recrea el rugido de la tierra silenciosa violada por la serpe de acero y almas.

SECCIÓN CUENTOS DE LA NUEVA ÉPOCA

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EL DESEO Nunca había sentido tanto hambre. El día de trabajo agotador. La caminata hasta su casa por la huelga de colectivos. El ascensor descompuesto. Se tumbó sobre el sofá al mismo tiempo que trataba de embocar las llaves sobre el jarrón vacío junto a la puerta. Estaba sin fuerzas y al mismo tiempo tenía una sensación en su estómago más cercana al dolor que al hambre. Se levantó con dificultad y fue hacia la heladera. Cuando abrió la puerta, la molestia en su epigastrio se pareció más a un reclamo lacerante que a la necesidad fisiológica. Estaba absolutamente vacía. O casi. Sobre el segundo estante, reflejando la tenue luz interior que le daba un aspecto lúgubre, había una margarita. Parecía una naturaleza muerta tridimensional. Se preguntó cómo habría llegado ahí. Pero su estado no le permitía avanzar más allá en las especulaciones. Estaba por cerrar la puerta cuando la dolencia pareció apuñalarle el abdomen. Detuvo todo movimiento muscular. Eso lo alivió algo. Lentamente, comenzó